sábado, 10 de septiembre de 2011

CAPÍTULO 7

PARA AUDITORES… LOS DE MADRID

Sabido es el provincianismo que reina todavía en la mayoría de las ciudades españolas. Me refiero a que en las capitales de provincia, excepto las grandes urbes de Madrid, Barcelona, Valencia y poco más, sigue existiendo un viejo prejuicio social, cultural y hasta profesional. Todo lo de la capital – Madrid - es mejor que lo propio. Y hasta en las familias más elitistas y de más clase social sucede esto. Casi me atrevería a decir, que se vive aun más este prejuicio social que los convierte en provincianos.

Esto, evidentemente, era más acusado en años pasados. Pero podemos asegurar que todavía existe ese sentimiento pueblerino de que lo de allá, lo de la capital, es siempre mejor. Pues bien, esta experiencia que el que esto escribe ha vivido y observado infinidad de veces y en las más diversas circunstancias, también apareció en la auditoria. Paso a narrarles este pequeño suceso que viví en primera persona.

Un buen día nos llamaron a nuestro despacho profesional para ir a una empresa de nuestra ciudad. Se trataba de algo bastante especial, ya que era la empresa que editaba un periódico local, pero de larga historia y difusión bastante amplia, pero venida a menos. Era un periódico que tiraba diariamente un número reducido de ejemplares. Pero mantenía el nombre, prestigiado en épocas pasadas, y una cabecera conocida por todo el mundo en nuestra zona geográfica. Así que nos fuimos allí, un compañero y yo a ver al Presidente de la empresa editora.

Estaba acompañado, cuando llegamos, por un miembro del Consejo de Administración que era abogado. Éste era quien había hablado en el Consejo de nosotros, como posibles auditores, una vez que tomaron la decisión de hacer una auditoria. Las cosas no iban bien y querían, realmente, conocer la situación. Nos recibió el Presidente del Consejo, juntamente a la otra persona citada que hizo un poco la introducción de la entrevista y la motivación. Se trataba de que les pasásemos un presupuesto e indicásemos las líneas de cómo sería nuestro posible trabajo allí.

Tomamos la palabra y durante un rato explicamos el proceso de auditoria, en qué consistiría, lo que íbamos a solicitarles, en caso de hacer la auditoria y varias cosas más. El consejero que acompañaba al presidente mantuvo una larga conversación con nosotros, en la que realmente trataba de tener muy claro en que se metían al auditarse. No lo habían hecho nunca y desconocían bastante nuestro trabajo y nuestras exigencias. Actuamos con la máxima profesionalidad, a la vez que vendimos imagen y experiencia de varios años auditando, como así era ya en esos momentos. El Presidente se mantuvo en todo momento callado. Ni una palabra. Sólo escuchando y observándonos.

Por el discurrir de la conversación y la gran cantidad de información que aquel hombre nos dio, todo apuntaba a que podía salir adelante aquel trabajo. Evidentemente era muy interesante para nosotros, tanto por el tipo de empresa y de negocio, como por el importe de los posibles honorarios.


Cuando ya se había terminado, prácticamente, la conversación y la entrevista y estábamos a punto de salir de aquel despacho, bastante animados, sucedió… El Presidente volvió su butaca giratoria hacia el consejero que le acompañaba y dijo:

-         Fulanito…Esto no sirve para nada. La auditoria es una cosa muy seria, muy profesional. Y es de profesionales. Para eso ¡hay que IR A MADRID! Aquí no hay auditores. ¡Tu no sabes de esto! La auditoria requiere muchos conocimientos económicos, saber mucho y  ser auditores…

Este principio de su discurso nos dejó helados y sorprendidos, pero por educación no le interrumpimos. No obstante, en nuestro interior estaba subiendo la adrenalina  a gran velocidad. Siguió diciéndole:

- Estos hombres tendrán buena voluntad pero la auditoria es demasiado seria para tomarla con ligereza. Mira, en Madrid hay gente que sabe de esto, que entiende. Aquí en nuestra ciudad, en nuestro entorno …no… no hay profesionales de esto. ¡Hay contables!

Al llegar aquí ya estábamos rojos de rabia y dispuestos a saltarle a la yugular aquel hombre que, por otra parte, no era ningún ignorante. Pero aquello…¡no se podía tolerar!

-… Así que fulanito, busca gente de Madrid que SEAN AUDITORES y llámalos para un presupuesto. Hay que ser serios….- terminó.

Con la misma, mordiéndonos los labios y hasta el paladar, le soltamos:

-         Mire usted. Nosotros sí somos auditores. Tanto como esos de Madrid que dice usted. No se si sabe que esta profesión está regulada por el ICAC y pertenecemos todos los auditores españoles al Registro Oficial de Auditores de Cuentas (ROAC). Y todos, en principio, tenemos la misma cualificación…

-Sí… sí… pero no es lo mismo- interrumpió- en Madrid son mejores y saben más…

-         Bueno, con todo nuestro respeto, es una opinión personal suya, pero que no refleja la realidad. En Madrid y aquí hay buenos y malos auditores. En Madrid y aquí hay gente con experiencia y gente sin ella… Mire…¡mejor lo dejamos ya!

Y nos despedimos con frialdad y un monumental enfado por dentro. Nuestro orgullo había quedado machacado por completo por un provincianismo estúpido. Cuando salíamos, alcanzamos a oír:

- Fulanito. ¡Que te digo que no…!  Busca siempre en Madrid si quieres encontrar calidad y experiencia. Aquí no saben…de esto…